Texto y fotos:; Rolando Pujol

 

Una excelente autopista, la Vía Blanca, comunica a La Habana, con la ciudad de Matanzas, en un placentero recorrido de 100 kilómetros por el despejado litoral norte, unas veces siguiendo la línea de la costa y otras deslizándose entre los montes, que se abren en profundos cañones a la vera del mar. Matanzas fue fundada el 13 de octubre de 1693, por un grupo de colonos canarios, sus primeros pobladores fueron en realidad los aborígenes de la aldea de Yucayo, que antes de la llegada de los conquistadores, llamaban Guanima a la bahía. Una extraña historia cuenta que hacia 1511, unos españoles naufragaron por la zona, viéndose precisados a solicitar la ayuda de los indígenas. Estos simularon primero hospitalidad y después le dieron muerte a la mayoría de sus huéspedes. Por esta historia confabulada a través del tiempo con la leyenda, la bahía de Guanima comenzó a ser llamada “de la Matanza…” Pero este no sería el único drama, que con los años, acontecería en la ancha y profunda ensenada. Casi un siglo y medio después, el 8 de septiembre de 1628, la “Flota de la Plata”, que hacía su tornaviaje anual a España, fue asaltada por la escuadra holandesa al mando del almirante Piet Heyn, quien regresó a su país con un botín valorado en 15 millones de florines. Se cree que parte de la carga no pudo ser recuperada y que aún permanece sumergida, en un lugar desconocido del puerto. Matanzas está enclavada en la desembocadura de dos ríos, el San Juan y el Yumurí, lo que favorece con un agraciado aspecto “veneciano” su trazado urbanístico. Cinco puentes enlazan sus barrios, separados por las mencionadas corrientes fluviales. Un sexto puente, sobre el río Canimar, facilita el acceso hacia la playa de Varadero, así como el puente del Viaducto, el séptimo y último, inaugurado en 1999. Esta singularidad de la urbe, le ha ganado el calificativo de “Ciudad de los Puentes”.

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