CONVERTIBLES: LAS GÓNDOLAS DE LA HABANA

Texto y fotos:; Rolando Pujol

«Usted también puede tener un Buick…» rezaba la publicidad en la época en que podías tenerlo en Cuba, si tenías dinero. Ahora, pagarías por ese mismo automóvil norteamericano, con más de 60 años rodando por las calles de La Habana, una cifra de espanto y aún teniendo el dinero, probablemente nadie te lo quiera vender, pues la posesión y alquiler de estos autos se ha transformado en un negocio muy rentable. Y que conste que no hablamos de un «almendrón sato y cacharreado», sino de los restaurados y descapotables autos clásicos de los modelos y marcas emblemáticas del siglo XX, que hoy son la meca rodante de los turistas que visitan a La Habana. Los descapotables, son el equivalente habanero de las góndolas en Venecia y sus choferes, una cofradía de «gondoleros», que como sus homólogos venecianos, dominan al menos un idioma extranjero, por lo general el inglés y las artes de saber de todo y caerle bien a todo el mundo, cosa que para los cubanos es parte de su idiosincrasia. Por lo general se visten de guayabera de mangas largas y llevan sombreros de panamá o de grandes alas para aguantar el sol, muy apreciado por los viajeros, pero un suplicio para quienes manejan todo el día sin techo, sobre todo en los meses de verano. Los choferes que prestan servicio de alquiler en los autos convertibles, pertenecen a cooperativas que les ayudan a gestionar clientes, piezas de repuesto y colegiar las tarifas. Estampa romántica de La Habana bohemia de los cincuenta del siglo pasado, los convertibles siguen marcando la diferencia entre tener y no tener, entre el disfrute sibarita de la vida o al menos vivir un sueño habanero, que si lo pagas, no vas a olvidar mientras vivas.