Texto y fotos: Rolando Pujol
La palabra orquídea se deriva del griego «orchius», que quiere decir «testículo», nombre que apareció por primera vez, en un libro de botánica escrito por el filósofo griego Teofrasto, en el año 375 antes de Cristo; por la forma de los tubérculos de la planta, que recuerdan a esa parte de la anatomía masculina. Otras civilizaciones antiguas conocían de su existencia, como los chinos que las apreciaban como afrodisiaco y los aztecas, que aromatizaban el chocolate de sus nobles y guerreros, con las orquídeas de la vainilla. Ninguna familia de plantas tiene una gama de flores tan variadas. Están extraordinariamente adaptadas para seducir a los insectos, aves y murciélagos polinizadores, utilizando el aroma, la forma y el color.
Sus semillas son como polvo dispersado por el viento y requieren para germinar los nutrientes de un hongo simbionte. Otras como la vainilla, poseen frutos carnosos que tientan a pájaros y mamíferos, que actúan como agentes de dispersión. En Cuba, el orquideario más famoso es el Jardín Botánico de Soroa, enclavado en la Reserva de la Biosfera «Sierra del Rosario», en la provincia de Artemisa. Este santuario de la flora cubana, fue creado en 1943 por el canario Tomás Felipe Camacho. Tiene actualmente un área de 35 mil metros cuadrados, donde se atesoran más de 20 mil plantas de 700 especies de orquídeas, entre endémicas y exóticas. Cuenta con un laboratorio donde se investigan y reproducen las especies más valiosas y raras.
Se dice que las orquídeas epífitas, pueden ser casi eternas, pues ejemplares recolectados a mediados del siglo XIX, florecen todavía en colecciones de diversos países.
Havana Gardens Multiservice, les trae en este reportaje, algunos de los ejemplares de frágil belleza, delicado perfume y misteriosas formas, que son atesorados en el Orquideario de Soroa.