Texto y fotos: Rolando Pujol

Fue construido en apenas cuatro meses en 1828 e inaugurado el 19 de marzo de ese mismo año, en homenaje de la reina Josefa Amalia, esposa del Rey de España Fernando VII. El edificio es un pequeño templo de estilo grecorromano, que tuvo el auspicio del capitán general y gobernador Francisco Dionisio Vives, célebre por la disipación que imperó en su gobierno, hasta el punto que los pobladores de la ciudad decían jocosamente que «si vives como Vives, vivirás…», dada la corrupción imperante y la inclinación del gobernador a los dados y las barajas. No obstante, dejó para la posteridad una de las obras arquitectónicas que mayor influencia ejerció sobre la arquitectura colonial de su tiempo, donde fue adquiriendo preeminencia el estilo neoclásico. Ubicado en el extremo noreste de la Plaza de Armas, muy próximo al Castillo de la Real Fuerza, El Templete, fue construido donde según la tradición histórica se celebró la primera misa y la primera reunión del Cabildo, para dejar formalmente constituida la fundación de San Cristóbal de La Habana, fecha que por consenso de las referencias históricas, quedó fijada el 16 de noviembre de 1519. El simpático edificio imita un templo griego, exhibiendo en su interior un tríptico pintado por el pintor francés Jean Baptiste Vermay, que recrea la ceremonia fundacional de la villa en las dos obras laterales y otra colocada con posterioridad, en la pared central, que representa la inauguración del propio Templete. El busto ubicado en el recinto, es el del propio Vermay, junto a la urna donde se encuentran sus cenizas y la de su esposa. Destaca en el conjunto la columna erigida en el lugar, años antes en 1754, coronada por la Virgen del Pilar, con un busto de Cristóbal Colón barbado, en su pedestal. Las columnas que sostienen la verja perimetral están coronadas con piñas de bronce, como gracioso detalle de índole tropical. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1982, El Templete, es uno de los lugares más visitados por los turistas, donde también se hace cada año, desde las vísperas de cada 16 de noviembre, la ceremonia de darle tres vueltas a la ceiba, que simboliza a aquella, bajo la cual se fundó la ciudad en el siglo XVI, para pedir salud, prosperidad y paz.

 

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