PEARL HARBOR Y LOS JAPONESES EN CUBA.
Texto y fotos. Rolando Pujol
Estamos en diciembre y otra historia que pasó este mes inadvertida en Cuba, fue el ataque a Pearl Harbor, el domingo 7 de diciembre de 1941. Ese día comenzó la Guerra entre EEUU y Japón y a los pocas horas, Cuba también le declaró la guerra a los japoneses, junto a sus aliados norteamericanos.
Desde la década del veinte del pasado siglo, existían en Cuba varias comunidades de emigrados japoneses, la mayor de ellas en la Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud; dedicados a la siembra de hortalizas y de melones.
Era una comunidad muy próspera, algo hermética pero pacífica, que de buenas a primeras, se vio afectada por la declaración de guerra de un país donde vivían desde hacía muchos años como su segunda patria.
Tal como sucedió en los Estados Unidos, los residentes japoneses fueron considerados enemigos y aquellas pobres gentes, de la noche a la mañana, vieron a sus familias vigiladas y a todos los hombres confinados en el Presido Modelo de la Isla de Pinos, acusados de espías y de ayudar a los submarinos japoneses. Ahí estarían desde 1942 hasta el final de la guerra, confinados en precarias condiciones.
Las mujeres y los niños, tendrían que sostenerse solas, cultivando la tierra y aguantando la presión de sus acreedores y de las autoridades.
Un caso realmente asombroso fue el de un cubano – japonés, hijo de una de aquellas familias, que sobrevivió a la bomba atómica en Hiroshima. Durante casi 60 años nadie supo de él hasta que un buen día, siendo ya un anciano, apareció de visita en la Isla de la Juventud, antigua Isla de Pinos.
La historia fue conocida en Cuba, en el diario Juventud Rebelde. Lamentablemente su nombre no lo recuerdo y el recorte de periódico lo tengo extraviado, pero la conmovedora historia más o menos fue como se las voy a contar.
En 1940, siendo un niño de unos 5 o 6 años, había viajado a Hiroshima para visitar por vez primera a sus familiares japoneses, pero con el inicio de la guerra se quedó varado en el Japón y no pudo regresar a Cuba. En la tierra de sus ancestros el niño siguió el curso de su existencia, adaptándose a la vida y costumbres del Japón en tiempos de guerra.
El 6 de agosto de 1945, lo sorprende la explosión de la bomba atómica en la periferia de la ciudad de Hiroshima, en el momento en que se dirigía a la escuela. Según relató el anciano, el «picadón», como llamaron los japoneses a la explosión, fue terrible. Cayó al suelo por la onda de choque y allí lo protegieron las columnas de un puente del calor y la nube negra que redujo a la ciudad a escombros en cuestión de segundos y mato a más de 120 mil de sus habitantes.
El niño sobrevivió como hibakusha y continuó con su vida sin volver nunca más a la tierra que lo vio nacer. Vivió muchos años a pesar de la secuelas de la bomba y ya cuando se sintió cerca del final de su vida, decidió visitar Cuba y saber el destino de sus parientes. Así se conoció entonces la historia.
Cuba, nunca entró directamente en guerra con Japón, ni sus submarinos pudieron atravesar el Canal de Panamá y atacarnos, aunque si un grupo de cubanos combatió en la guerra del Pacífico, junto a los norteamericanos.
Como curiosidad les diré que en los años 90, cuando al caer el Campo Socialista, se agudizaron las controversias políticas y mucha gente abandonó el país, se adoptó como símbolo de reafirmación patriótica en los mítines callejeros, la banda de tela blanca en la frente al estilo kamikaze, sustituyendo el sol naciente, por el triangulo y la estrella de la bandera cubana.
Nuestros «kamikazes» criollos, a falta de aviones, terminaban su «guerra» de consignas, discursos y marchas combatientes contra los yanquis, con fiestas y pachanga.
Otra curiosidad es que en el jardín botánico de La Habana hay un jardín de estilo japonés, un verdadero remanso de paz y meditación, construido por el afamado Arquitecto Paisajista japonés Yoshikuni Araki en 1988.
El karate-do, arte marcial nipón, se practica también desde hace muchos años en Cuba, donde los cubanos han ganado numerosas medallas en los certámenes deportivos internacionales, incluidas las Olimpiadas.
Los descendientes de aquella comunidad japonesa original asentada en Cuba, están totalmente integrados a la sociedad cubana y apenas recuerdan o practican hoy las costumbres de sus antepasados.
Sin embargo, los cubanos son unos apasionados por las cosas del Japón y sienten especial curiosidad y devoción por la cultura samurái y por la vida en el país del Sol Naciente, a pesar de que está en el otro lado del mundo.
En la actualidad Japón y Cuba tienen excelentes relaciones culturales, económicas y diplomáticas y cientos de turistas de la tierra del sol naciente nos visitan.
Con frecuencia la TV cubana, estrena seriales y documentales del canal estatal nipón NHK con historias inspiradoras de emprendedores que supieron sobrevivir a la guerra y hacer del Japón el gran país que es hoy.
Valga esta pequeña nota para que la fecha no quede en el olvido. Si esta historia que le contamos le gustó, dígale a sus amigos que la pueden leer en nuestros sitios web de Havana Gardens, donde exploramos la historia, la vida diaria de los cubanos y te ponemos al día con la realidad de la isla.
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