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LA LEYENDA HABANERA DE ERNEST HEMINGWAY.
Texto y fotos: Rolando Pujol
El escritor y Premio Nobel de Literatura Ernest Miller Hemingway, es el norteamericano que más conocen los cubanos y también el más venerado en la isla por la aureola de leyendas, sus aventuras reales y literarias; y por todos sus libros que han sido impresos y reimpresos en Cuba durante años, en ediciones de bajo costo y largas tiradas.
Hemingway declaro en más de una oportunidad su afecto hacia los cubanos, sobre todo por los humildes pescadores del poblado marinero de Cojímar, desde donde salía a navegar en su yate Pilar por la Corriente del Golfo, en prolongadas campañas de pesca de la aguja.
Fue precisamente en Cojimar donde se inspiró para escribir «El Viejo y el Mar», obra por la que recibió en 1954, el Premio Nobel de Literatura. En este libro relata las peripecias de Santiago, un pescador que en el ocaso de su vida trata de aliviar sus penurias pescando un gran pez, por el que tiene que luchar contra una manada de tiburones.
Más allá de la aventura marinera, el libro trata sobre la voluntad del hombre para enfrentar la adversidad y salir adelante «porque un hombre puede ser vencido, pero no destruido…» El Viejo y el Mar, ha sido para muchos cubanos un libro inspirador al enfrentar momentos difíciles.
La muerte de Hemingway el 2 de julio de 1961, trajo una gran consternación en Cuba. Sus amigos, los pescadores de Cojimar, decidieron entonces arrancar las propelas de bronce de sus barcos, para fundir con ellas un busto, que luego colocaron en una glorieta muy cerca del muelle desde donde salía a pescar. Allí, hasta el presente se le sigue rindiendo homenaje.
La Habana fue un descubrimiento casi de paso, en 1928. Hizo escala en la ciudad con su primera esposa Pauline. Entonces Hemingway , con 29 años, era un periodista y escritor en ascenso hacia la fama con poemas, crónicas y libros publicados.
La urbe mestiza, que por cuatro siglos crecía aferrada al mar, adonde iban a morir irremediablemente sus calles adoquinadas, llenas de bullicio, de olores portuarios y de bares filosóficos o mundanos insertados entre las viejas casas y palacios coloniales, dejarían sin dudas una profunda huella espiritual en el joven escritor.
Su vocación de trotamundos lo mantuvieron alejado de Cuba varios años, pero en 1932, finalmente decide pasar un tiempo hospedado en el Hotel Ambos Mundos, ubicado en uno de los lugares más céntricos de La Habana Vieja y no muy lejos del atracadero del «Pilar» en Cojimar, desde donde salía a explorar las aguas cubanas.
Así, poco a poco La Habana se le fue metiendo en la piel. Con el tiempo sería su refugio definitivo después de andar por guerras, cacerías, corridas de toros y campañas de pesca.
La vista desde la habitación del Ambos Mundos era esplendida, sobre todo al amanecer, cuando los pregones escalaban por la fachada del hotel y estallaban en la habitación. Allí, entre la soledad del escritor y el ruido de la urbe, Hemingway escribió algunas de sus más paradigmáticas crónicas y probablemente concluyó «Adios a las Armas».
En 1940 establece residencia definitiva en la Finca Vigía, ubicada en San Francisco de Paula. Según el propio Hemingway afirmaba, «la casa de un hombre es donde tiene sus libros». La muy nutrida biblioteca de La Vigía, confirma que esa fue su casa, durante dos décadas.
En la Vigía, con su hermosa casa y amplios jardines, fue donde cobró vida «El Viejo y el Mar», libro por el que recibió el Nobel de Literatura en 1954. Como un gesto de infinito amor hacia el pueblo de Cuba, donó la medalla que recibió con el galardón; al Santuario del Cobre consagrado a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba.
La nostalgia por la ciudad lo llevaba en frecuentes escapadas, a la Calle Obispo, donde Constante, el cantinero dueño del Floridita lo recibía con un Daiquirí fuerte de ron, nevado de hielo batido como una montaña, bien doble y bien frio, para mitigar el calor que entraba desde la calle, mucho antes de que el aire acondicionado cerrara el bar con paredes y cristales.
La Habana y Cuba, estuvieron presentes en casi todas las obras más importantes de Hemingway. Vivió largos años en la isla, a su aire, pero muy cerca del cubano humilde de donde extrajo parte de la arcilla espiritual, con que moldeó la dureza y humanidad de sus personajes literarios.