Texto y fotos: Rolando Pujol
Se cree que el uso de sustancias aromáticas para perfumar el cuerpo o el ambiente comenzó en la civilización sumeria hace unos 3500 años. De ellos aprendieron las grandes civilizaciones posteriores de Egipto, Grecia y Roma, génesis de la cultura occidental.
En Asia, la filosofía espiritualista se expresaba también en el uso pródigo de esencias aromáticas, que facilitaban el ascenso del alma y su comunión, con los estados espirituales más elevados.
De las flores, de las maderas de ciertos árboles, de las hojas, raíces y cortezas, se extraían aceites esenciales, que mezcladas con minerales y grasas animales, adquirían firmeza para ser untadas en el cuerpo o dispersadas con delicadeza en lugares estratégicos como el cuello u otras partes donde era necesario enmascarar los olores naturales y darle un realce afrodisiaco a los momentos íntimos.
El incienso ha sido uno de los aromas más apreciados desde tiempos inmemorables, para ambientar los templos y alcanzar un estado de gracia a través del olfato. Es famoso el botafumeiro gigante de la Catedral de Santiago de Compostela, que cuelga de una larga cadena esparciendo por todo el recinto el humo aromático, que enmascara los fuertes olores de cientos de peregrinos, que acuden a la misa, al culminar la extensa caminata por el Camino de Santiago.
En la América precolombina también eran utilizados con fines rituales los sahumerios del tabaco y la quema de maderas y plantas aromáticas. Con la llegada de los colonizadores europeos estos descubrieron un mundo de olores nuevos, frescos, de la floresta y maderas aromáticas como el cedro o el guayacán y diversidad de flores silvestres.
Cuba, como lugar de convergencia de culturas a lo largo de medio milenio, recibió también las influencias de la llegada de viajeros de todas partes, que con sus costumbres y cultura también trajeron sus aromas y fragancias.
Para los cubanos, que vivimos en un clima cálido y húmedo la mayor parte del año, el uso generoso de colonias, perfumes y otros productos de aseo, es parte de nuestra identidad nacional, así como el baño diario.
Esta virtud, hace que el mercado del perfume y los productos de aseo personal tengan una amplia demanda, sobre todo la variada gama de fragancias que se producen en Cuba, a nivel industrial y en lugares como el Museo de la Perfumería de La Habana Vieja, donde expertos perfumistas, crean aromas personalizados.
Suchel, la empresa líder de la perfumería cubana, dentro de su gama alta, ha desarrollado varias líneas de perfumes inspirados en las tradiciones cubanas, como el habano; y en instituciones como el Ballet Nacional de Cuba, que ha marcado profundamente la cultura nacional.
Habanos, maderas preciosas del monte, cueros coloniales, flores silvestres y nuestras divas, han inspirados diversas creaciones.
Una de las más relevantes es la línea de productos «Alicia», inspirada originalmente en el ballet Giselle, donde la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso, interpretó durante años el rol protagónico. De este perfume Suchel hizo dos versiones, y correspondió a Alicia escoger el que finalmente saldría al mercado.
El Alicia, nos remite a la calidez floral contenida, con una delicada nota de almizcle, tenue y persistente y otros matices orientales, que denotan un ambiente de amor apasionado.
Otra fragancia de éxito notable, es la línea de productos «Romeo y Julieta», que se inspira en la marca de habanos de igual nombre. Tiene dos esencias, femenina y masculina y su toque es de una finura y elegancia extraordinarias.
La industria nacional del perfume, desde la década del sesenta del pasado siglo, hasta el presente ha desarrollado más de 180 fragancias, donde varias de ellas, se han mantenido en el mercado con gran éxito, por más de 20 años.
A las tendencias de la perfumería internacional, Cuba aporta su experiencia y tradiciones, donde el trópico, como excepcional fuente de inspiración, deja sus notas de mar, flores, maderas, frutas y sueños, en las fragancias más apreciadas por los cubanos.